Atardece en el Nilo. El sol se va consumiendo mientras la barca mece las aguas. Su paseo es dulce como al sensaciones que tengo, que impregnan mi retina y me hacen estar como soñando. La barcaza avanza cautelosa, el silencio lo invade todo, la mirada huidiza detrás del cristal, respetuosa, distante y a la vez próxima y calida. Me dejo invadir por el balanceo, mientras piedras milenarias me acompañan. Sonidos lejanos quedan absortos en el momento mágico. Él, con su chilaba blanca, el pañuelo cubriendo alrededor de la cabeza. Blancura que rompe la morenez de su rostro. Sus ojos escondidos tras la mirada penetrante, que me invade y recorre cada punto de la geografía de mi piel. Dos almas en el carisma de Egipto, que se aproximan temblorosas temiendo y deseando el encuentro. Avanza.., más no quiero que se rompa, porque sé que la misma intensidad podría quebrarlo. La paz invade la barca, los cánticos ahora resuena lejanos, solo el río Nilo ahora nos acompaña, seguro de sí, e