Si piensan que las playas por la noches están solitarias , están pero que muy equivocados. Yo en ese especie de “voyeurismo” casi enfermizo de observarlo todo y tomar notas ídem , he ido corroborado que la afirmación que da titulo a este relato es más cierto que “un santo en primavera”. Nosotros creemos que cuando el sol se pone, reflejando sobre el mar ese color rojizo tan impresionante, de la misma forma que los bañistas van desapareciendo al compás del sol, la playa queda muda de silencios, solo el rumor de las olas y las hamacas como espectadoras inmunes, conversando con los patines , al abrigo de los chiringuitos cerrado. . Es , en ese preciso instante , en el que las luces alumbran la playa , los hoteles abren sus discotecas y empieza a sonar machacona la ultima canción del verano , cuando la playa cobra vida propia. Amén de las parejas de enamorados, de los líos en cautividad , de los rollos de una noche , de los cuales no voy a mencionar , existen personajes habituales que como
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