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22 DE DICIEMBRE :LA RADIO SONY

























22 DE DICIEMBRE: LA RADIO SONY


Los recuerdos van unidos a las situaciones que fotográficamente quedan registradas en tu disco duro para siempre, en ocasiones además de las imágenes quedan grabados los sonidos que tintinean en tus sentidos.

De la misma forma que adquirí una fobia que aún mantengo al fútbol, con el sonido del programa Carrusel los domingos por la tarde, la cantinela de los niños de San Ildefonso animaban las mañanas de todos los 22 de Diciembre desde que yo recuerde.

No sé exactamente si por aquel entonces, mi familia compraba decimos de lotería, creo que la Bruixa d’Or de Sort todavía debería estar dando vueltas con su escoba intentando encontrar ese pueblo de Lleida, y si nos tocó nunca tuve constancia de ese hecho.

En la vida suele haber objetos que permanecen a pesar de los tiempos inamovibles e impertérritos, y hay otros que desaparecen por generación espontánea sin dejar rastro de humo.

Uno de esos objetos que se ha mantenido imperturbable en el perder de los tiempos ha sido la radio Sony que tenia y tiene mi padre.

La radio es pequeña, tiene un forro de piel de color marrón oscuro, con una tirita que va de uno al otro lado para asirlo. Descubrí en esa curiosidad de niña, que dentro de esa horrible funda relucía una radio impecable en rojo por el adverso y plateado en el frente, donde se podía leer en letras doradas Sony.
Esa pequeña radio marcaría las secuencias de la historia de mi niñez y la cantinela de los niños de la lotería es una de ellas.
La pequeña radio que funcionaba a pilas, y se mantenía la mañana del 22 de Diciembre encendida encima de la mesa del comedor, nadie la escuchaban pero servia de hilo musical, que se diría ahora, por toda la casa.

El sonido del bombo al girar las bolas y las voces infantiles con la coletilla de: ..... ¡pesetas! resonaba machaconamente una y otra vez ,a pesar que cada uno andaba en sus tareas y nadie le hacia ni el mas mínimo caso .
Mucho después, la desbancó el sonido del televisor, pero nunca fue lo mismo.

Esa pequeña radio fue testigo de los cuentos “Tambor” que escuchaba al mediodía, cuando iba a comer a casa a la salida del cole, y las tardes con Elena Francis, mientras mi madre cosía, aprovechando los últimos rayos de sol junto a la ventana.

Es como si esa pequeña radio formase parte de la familia y distribuyera su compañía entre los distintos miembros por un igual sin ninguna distinción.

Tenia solo dos frecuencia AM y FM ,y un gran circulo donde sobresalía una aguja dorada que se manipulaba desde un lateral para ajustar las frecuencias y el volumen con unas ruedecitas.Simple , sencillo, nada digital.

Mi padre que siempre ha estado un poco “teniente”(sordo) se la colocaba en la oreja, costumbre que no ha abandonado jamás, a pesar de nuestras advertencias sobre el hecho de haberse inventado los auriculares.
Creo que ese detalle, nunca le interesó demasiado, y aún continua hoy en día con la radio pegada a la oreja, y aguantándola con la mano.

Es un objeto, esa radio, que está intrínsecamente unido a la personalidad de mi padre como un apéndice a su persona, y que traslada consigo cuando se va de veraneo ,o alguna excursión de esas de jubilados.

Imagino que para él, que es una persona introvertida y callada, es el único vinculo que le mantiene colgado del hilo de las noticias del día.

La radio, su periódico diario y los documentales de la 2(creo que debe ser la única persona en España que los ve, aunque todo el mundo alardea de conocerlos), son las características que definen a mi padre.

En pocas ocasiones habla, y cuando lo hace se remonta a sus hazañas vividas en la guerra civil que todos conocemos de memoria o de su llegada a Barcelona allá por la década de los sesenta cuando comenzó el flujo migratorio.

Circunstancias éstas ,que han dibujado su vida lejos de sus olivos y encinas, a los que nunca renunció, ni a su acento de tierras extremeñas, entrando en esa paradoja de ser catalán cuando visitaba su tierra y extremeño cuando volvía a Barcelona.

Muchas veces cuando le observo de soslayo, leyendo su periódico, calzado con las gafas demasiado grandes, con la pequeña Sony, y haciendo el crucigrama que religiosamente como una obligación sagrada realiza cada día , y pienso en esa vida que dejó allá entre las jaras ,y el olor a tomillo, y que cambió, por necesidad ,por al contaminación y el asfalto.

Muchos de sus silencios están condensados entre el vivir y el morir, aunque llegado a este punto creo que poco le importa ya.

Espero que la suerte les haya acompañado este año.

Felices fiestas

Angels Vinuesa

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