
EL CAGANER
Los recuerdos se disparan y se concretan en estos días de una forma contundente.
Los recuerdos se disparan y se concretan en estos días de una forma contundente.
Coincidiendo con las vacaciones escolares, en mi casa, mi madre como un ritual armaba el pesebre. El árbol navideño no era costumbre entonces, esta fue una costumbre que adoptamos posteriormente, proviene de los países nórdicos. Y según este rito escandinavo se utilizaba para ahuyentar a los demonios decorando la casa con ramos de hojas perennes, pero la versión llegada hasta mis días del árbol navideño con regalos y bolitas, procede de Alemania, aunque la forma de adornarlos cambia de un lugar a otro del planeta; Si bien en China se utilizan los naranjos en lugar de los pinos, en Japón se cuelgan de sus ramas muñecas y adornos de papel, y en los países Nórdicos se adornan con ángeles y elfos.
Mi madre armaba el pesebre cada año, era una acción que realizaba ella exclusivamente, sin dejar meter baza a nadie, ni contar con la opinión de nadie de la familia.
Cogía una especie de tablón de madera que colocaba en una tarima, y encima de aquel supuesto suelo de Belén, colocaba las figuritas que año tras año no se transformaban y que guardaba liadas en periódico año trás año, en una caja de cartón en la parte superior de un armario.
No existían recambios, o si los había resultaban excesivamente caros, los pastorcillos, los reyes Magos y hasta el ángel eran siempre los mismos.
No existían recambios, o si los había resultaban excesivamente caros, los pastorcillos, los reyes Magos y hasta el ángel eran siempre los mismos.
No faltaba la hilandera, y la casita con sus gallinas, pero si recuerdo alguno con autentico cariño, era un pato de color amarillo, regordete que cada Navidad nadaba por aquel río hecho de papel de aluminio.
Hace unos días me dediqué como cada año a elaborar mi pesebre particular, utilicé para ello el hueco de la chimenea que nunca se enciende, es un lugar privilegiado en el salón y que queda bastante recogido.
Coloqué las figuritas del Belén, el río, y hasta el castillo de Herodes, y una pastorcita demasiado grande con relación al tamaño de otras figuritas, pero que como es de plástico nunca se rompe, y cada año está invariablemente en mi pesebre aunque resulte gigantesca, es como dicen mis hijas: “la gran pastora de la cabeza grande”
Hay un personaje que siempre a estado en los belenes familiares y es el caganer o traducido seria el cagón.
Nunca un personaje tan escatológica tuvo tanta relevancia. La figura del caganer defecando es del todo imprescindible para completar la estancia navideña.
La historia de este personaje resulta un poco confusa, se refieren datos del siglo XIV, que representaba un señor, con barretina y con los pantalones bajados colocado en posición de defecar.
Otros los sitúan entre los siglos XVII y XVIII en un relieve de mármol de la Virgen en la Montaña de Montserrat, con una serie de caminos transitados, donde aparece escondido entre la maleza tan singular personaje.
Normalmente los caganers son personajes, calzados con barretina, pantalón oscuro y zapatillas o espardenyes, pero la picaresca popular ha hecho que este personaje sea reivindicativo y satírico, utilizándolo para ridiculizar a los más insignes personajes públicos, desde futbolistas, políticos, hasta miembros de la realeza.
El colmo es que como resulta hasta simpático, y nadie se querella contra él, es por ahora inmune a las denuncias y se pueden adquirir en cualquier tienda de artículos navideños.
La razón por la que este personaje está el pesebre, no es otra que la de llevar riquezas para el año siguiente, entendiendo que estas riquezas se refieren al abono natural que deja en la tierra, aunque si se especifica, que este personaje ha de ser colocado lejos de la cueva sagrada, y que ayuda a que la tierra será mas fecunda, y por ende, nos traerá alegría y suerte..
Pues que por mí no sea, y si de suerte se trata pongo el caganer o veinte uno detrás del otro, aunque mi pesebre sea el más escatológico de la ciudad.
Angels Vinuesa.
Comentarios
muy buen relato, besos