CAPÍTULO II Cuando el viaje finalizó regresamos a casa y mi vida recuperó la normalidad. Retomé mis estudios académicos así como los musicales. Pero desde aquel amanecer en el Sahara , mi vida había experimentado un cambio. El violonchelo había pasado a ocupar un primer lugar en la lista de mis valores. Me empleaba días en él; explorando, aprendiendo. Innumerables veces me desmoralicé e incluso sentí ganas de renunciar a todo, pero al releer las cartas, todo volvía a recobrar su sentido. Estudiar el chelo es muy sacrificado, horas y horas de ensayo para muy poca recompensa a corto plazo. Hacía ocho años que estudiaba el chelo y llegó una importante prueba para mí. Debía tocar en una audición en el conservatorio, ante doscientas personas. Llevaba dos meses estudiando el concierto nº 4 de Goltermann en Sol Mayor. Cada día subía al desván colocaba mi atril y mi banqueta frente al espejo, desenfundaba el instrumento, tensaba el arco y le aplicaba resina , afinaba el chelo y comenzaba con u
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