Recuerdo mi comunión como algo lejanísimo en el tiempo. Mi madre, Teresa se empeño hasta las cejas por comprarme un vestido de organdí, con una corona de flores un velo blanco y hasta un misal con las tapas de nácar. Era el tiempo en el que las comuniones se celebraban en casa con la familia más cercana , y una comida casera era todo lo que se podía en aquel tiempo .Las monjas cada dos o tres generaciones apostaban por la austeridad y prohibían a las niñas y niños vestir con los trajes típicos de comunión , y les hacían vestir con un sencillo habito . En mi caso no nos toco la restricción y pudimos ver coronado un sueño ese día. Con el tiempo las comuniones se han transformado en verdaderos eventos sociales, en los que los bolsillos de los padres se ven mermados por la multitud de gastos que acarrean, fotos, restaurante, vestido etc. Que alguien me diga si los niños que van a hacer la comunión han pecado, porque no creo que que se les puedan asignar
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