LA FUNCIONARIA DE CORREOS
Hace muchos años que al ir a hacer
alguna gestión a Correos de mi ciudad, veo a la funcionaria. Es una mujer de
mediana edad, y pienso, que sacó la oposición cuando aún era muy jovencita, y
no se necesitaban muchos estudios para ello.
Se le ve una mujer que ha sido guapa,
y en su forma de hacer, refinada con la democracia, aún le salen rasgos del
funcionariado más duro.
Es amable en la superficie, sin
embargo ante cualquier contratiempo saca la vena más amarga de la
administración, y ejerce con la superioridad que le da estar detrás del un
mostrador con toda la mala leche contenida de años, y el saber, que el sueldo
es seguro de por vida, y las posibilidades que la echen nulas o casi nulas, no
dependiendo del trato, ni de productividad, sino de ese trabajar cansino de la
administración que hace que sus trabajadores sean funcionarios en toda la
talla.
Me la cruzo cada mañana al ir al
trabajo, y siempre tiene la misma pose, cabello de media melena, bien cuidado
de peluquería semanal, uniforme impecable de correos y siempre camina con
prisas, como si le fuera la vida en llegar puntual al trabajo, aunque por lo
que veo y observo siempre debe llegar tarde, unos minutos que le araña a la
administración, y que hacen que los usuarios ya acostumbrados a esta tardanza
de los funcionarios lo tomen con tranquilidad consentida.
Vuelvo a coincidir con esta mujer
cuando toma su café de media mañana que lleva en un vaso de plástico caminando
por la calle, siguiendo con ese paso rápido caminado los escasos cien metros
que le separan de Correos. Nunca la he visto sentada en un banco tomando este
sol mediterráneo, o haciendo ninguna gestión, simplemente recorre rápidamente
las aceras de arriba abajo en un gesto demasiado mecánico, como si salir de esa
rutina pudiese alterarle la vida.
El lugar donde está situado Correos
en mi ciudad está rodeado de pequeños bares, que cada mañana acogen a los
trabajadores de la zona. Los hay de todos los gustos, pues está situado en el
mismo centro neurálgico, pero al parecer a esta mujer ninguno le va bien.
Después de esta rutina, imagino
vuelve a su silla de su mostrador, intentando que los días pasen, y los años
hasta que le llegue la jubilación.
Pienso al verla en una vida monótona y triste, marcada por el diario horario matutino, año tras año sin que cambie nada.
Pienso al verla en una vida monótona y triste, marcada por el diario horario matutino, año tras año sin que cambie nada.
Siempre la he visto en el mismo lugar, como si la silla le perteneciese, no ha
habido en esta mujer ni ascensos, ni promociones internas, ni nada por el
estilo.
No se la ve hablar con los
compañeros, ni comentar nada. Pasa las ocho horas sentadas en su lugar como si
esa parte de Correos le perteneciese, y no imagino a esta mujer fuera de ese
entorno.
Tiene un carácter tenue, apagado y
distante. Y cuando alguien no entiende que tiene que hacer con el papelito de
un envío, o tiene que explicar por enésima vez, si el correo ha de ser con
acuse de recibo urgente o por avión, lo dice de manera mecánica, ni siquiera
mira a los ojos, nunca sabe si el que está al otro lado del mostrador es
hombre, mujer o un extraterrestre.
¡Aunque igual le daría!
De hecho ni le importa , dice: firme
aquí , con el mismo tono con el que explica con desgana que modalidad de envíos
hay , teclea el importe del sello, lo pega con desgana y lo deja en la gaveta
que tiene a su derecha .Siempre de la misma forma , con el mismo ritmo.
Cuando llegan las tres menos cuarto,
se levanta, recoge su bolso, y sale a hurtadillas por la puerta dirigiéndose
quién sabe dónde, para volver al día siguiente, apurándole a la administración
esos diez minutos que durante años le ha robado , sin importarle si alguien
llega con el tiempo justo para enviar un giro urgente.
-¡Vuelva mañana!-le dice
-¡Nosotros no nos vamos de aquí!
-¡Nosotros no nos vamos de aquí!
Y se queda tan tranquila….
Comentarios