LA MANICURI
DE ANNAYSI
Sentada en la sala de
la casa ,con el murmullo de la lluvia tropical que golpea con suavidad los
ventanales de madera, sin más cristal
que el
roce de las gotas de lluvia que sacuden los mangos que caen
escandalosamente sobre las baldosas del
patio, con un pollito que parece haberse
enamorado de mis tobillos y no
deja de piar alrededor de mis pies
me decido a escribir
sobre la manicuri (manicura para
nosotros )que es un oficio que bajo patente se dedican muchas de las mujeres en este país, y que
hacen de arreglar las uñas su “modus
vivendi” .
Anaysi , es una cubana de piel blanca y carnes prietas , con sus ojos maquillados a la perfección y sus cejas depiladas perfectamente, que con su forma peculiar de pintar la uñas ha hecho que su fama haya
trascendido fronteras y pasa la mayor
parte del día sentada en un pequeño
cubículo, sin más muebles que una mesa
hecha de madera, con
estanterías a ambos lados donde reposan una veintena de lacas de
colores, un torno que le enviaron del
“yuma”,y un pequeño frasco donde descansan los pinceles que Anaysi utiliza para trazar diversos dibujos, especiales decorados imposibles como si fuera un lienzo del mejor pintor. La imaginación de Anaysi no
tiene límite, y solo con una pequeña
indicación dibuja en ese diminuto
espacio que es la uña pinturas
abstractas que lucen todas y sin
excepción la mujeres de este
pequeño pueblo del centro de
Cuba.
Un viejo aparato de música ,
suena con salsa y reggaetón a toda
potencia en este pequeño espacio, y
Anaysi no deja de arreglar la uña mientras
al unísono atiende a todas y cada una de la mujeres que se acercan
a verla . Tanto hablan de la
gimnasia a la que acuden matinalmente,
como da indicaciones a una menuda Claudia(su hija), que entra y sale
de la pequeña habitación , donde ya somos cinco personas , y el perro que dormita en la puerta
sin importarle lo más mínimo
que aquello se vaya rellenado hasta casi no poder
respirar . El ventilador gira
sus astas cansinamente, para mitigar el asfixiante
calor que derrama sus rayos en el suelo del patio colindante.
Suena un antiquísimo
modelo de teléfono inalámbrico, y Anaysi
sin dejar de limar las uñas , atiende la llamada , dejándolo en
manos libres , por lo que todas las que estamos en espera de “la manicuri” ,
somos testigos de una conversación
que debería ser privada .
Al otro lado del teléfono , una mujer angustiada
con la confirmación de permiso de
salida de la isla , espera
impaciente los documentos del marido que
está en los EEUU, pero que no llega a contestar la llamada de la que está solo a 90 millas pero desea con fuerza , dar un paso a otro mundo diferente al que su retina está acostumbrada. Todas
las mujeres en espera opinan sobre el
hombre que está en los EEUU, dedicándole toda clase de improperios
e haciendo piña con la mujer qué está al
otro lado del teléfono que es
inconsciente que su conversación está siendo escuchada en estéreo por todas las demás
clientas.
Anaysi le responde,
dándole ánimos, sin dejar de poner
relleno en unas uñas demasiado
cortas, y sin dejar al mismo tiempo y en
la misma cadencia del tiempo de hablar
con la clienta, explicándole como le van a quedar las uñas y explicarle que allí de donde viene van a quedar a asombrados por su
destreza .Imaginando que quizás allí ella se haría millonaria y que aquí solo
le sirve para subsistir.
Seguía la
conversación con la que estaba al otro lado del teléfono, y reñía a la niña
que entraba y salía con un triciclo comprado en las tiendas por
dólares, y a la no podían acceder
los cubanos de a pie, por su alto precio a no ser que
fueran ayudados por aquellos que
estaba en el extranjero, hasta que la mujer se tranquilizó y colgó el
teléfono.
-¡Está bien, mima, luego me llamas!-le contesta Anaysi a
modo de despedida pero sabiendo que
minutos más tarde volvería a llamarla hasta que el “xingao”
que está en el “Yuma” le respondiera.
Anaysy, todo esto lo hacía al mismo tiempo y sin demorarse
al saber que detrás de esa clienta , habían cuatro más , y que la mujer
que le cuidaba a la niña , le
había dicho que ella se quedaba hasta las cuatro porque tenía que
atender su casa, que le dejaba
escogido el arroz , pero que si tardaba un poco más, tendría que dejar a la niña sola.
Anaysi se quejaba de
las cervicales sin inmutarse lo más
mínimo ,porque sabía que
ese el único
modo de llevar la comida a casa y no pensaba ni por un momento , perder un segundo más, en unas uñas
que a pesar de todos los inconvenientes había quedado
realmente preciosas y serian el orgullo de todo el barrio.
-¿Cuánto te debo
Anaysi?-le pregunto
-Cuatro dólares, mima –me dice en tono cansino.
Me voy de la casa
dejando el barullo de aquellas mujeres que siguen en un tiempo
que parece haberse detenido por
un instante y donde la vida continúa sin más preocupación que el
quehacer diario.
Angels Vinuesa
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