LOS CAYOS
Nunca en mi larga y
viajera vida, me he visto asombrada y deslumbrada por casi ningún paraje, hasta que descubrí Playa
Pilar en los Cayos.
La hermosura de ese
mar con
toda la gama de azules y verdes, desde el pasaje de madera al cual
se accede, es algo que quedará
impregnado en mi retina por siempre.
Las palmeras, llenas de cocos a su orilla, la fina y
blanquísima arena blanca, y el agua completamente
transparente y templada, es
una experiencia que nadie debería dejar de contemplar.
Si existe una playa donde
perderse, esa es playa Pilar en los Cayos, describirla sin temor
a dejarse cualquier detalle sería imperdonable, porque es tal su belleza, que cualquier omisión seria una grave equivocación.
El Caribe baña su
orilla, y deja al trasluz, los peces y los
grandes escualos qué observan en
la distancia, dejarse mecer por su suave oleaje, y observar el agreste paisaje de los otros cayos que como grandes hermanos acompañan a este Cayo Guillermo.
Entrar en los cayos,
sobre un terraplén, construido encima del mar, y observado a ambos lados como el agua te acompaña es una experiencia inigualable.
Kilómetros de distancia separa el
peaje de
la entrada, que ha de ser costeada por los lugareños en moneda no nacional ,y no por lo turistas ,
y te sumerge en un laberinto de carreteras ,que te dirigen hacia playas como la de Pilar antes
mencionada, trocitos de cielo inmersos en un paraíso verde y salvaje.
Nunca pensé que los cayos
fueran tan inmensos en distancia, y tan bien acondicionados, en referencia a la red viaria de la isla, donde no se
vislumbra ni un poste de red
eléctrica, habitual y constante en todas las
carretas de Cuba. Ni un bache, ni una falta de asfalto, solo hermosas autovías que te hacen fácil acceso a
cualquier rincón de ese entramado
de carreteras, con salidas a playas de
ensueño.
Que fácil sería que el transporte fuese más fluido, que existieran para los de aquí autobuses rápidos, confortables que hiciesen la vida
más fácil, y no una odisea el recorrerla. Los 1250 kilómetros que marcan la distancia entre Oriente y Occidente,
son en muchos casos insalvables, para los que han vivido aquí toda la vida.
Ver y recorrer los cayos, es una experiencia de vida, que nadie debería
perderse, porque aquí Dios dejo un trozo
de paraíso para que quien viniese pudiese
contemplarlo y maravillarse de su belleza.
Angels Vinuesa
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