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ZARPANDO EN EL BUQUE DEL AMOR… EN GANDÍA



ZARPANDO EN EL BUQUE DEL AMOR…  EN GANDÍA




Estando tomando el sol  en playa Varadero en Gandía, a orillas del mar , con unas  vistas  privilegiadas  al puerto, en una playa  artificial  en la  zona  VIP, con una cerveza  bien fresquita, de repente me percaté como se  acercaba un catamarán desde alta mar hacia nosotras.
La idea  de hacer una  excursión en barco por la costa  me gustaba, y con eso, matábamos la mañana. Me levanté de un respingo, y  atándome el pareo, y colocándome las gafas, le dije a mi hija mayor:
-¿Te apetece un paseo en catamarán?
Ella me miró con cara sorprendida, pero me dijo de una  forma casi automática:
-Pregunta y veremos...me contestó, siguiendo tomando el  sol  sin inmutarse.
Así que me  dirigí hacia  el catamarán  que en esos momentos atracaba en el puerto. Ya  al  acercarme , vi gran cantidad de grupos de  muchachos  y muchachas, vestidos  con  distintivos, con flores en el pelo , bandas  cruzadas a la cintura , gorritos imposibles y algún artilugio lujurioso en la  cabeza y me dije:
-¡Esto  segura que es una fiesta  de esas locas  en el mar, con DJ incluido!
Tampoco había  que hacer  muchas  cábalas. Pero nada me haría retroceder esa mañana del Julio pasado. Estaba dispuesta a hacer el paseo por el mar de la manera que fuese.
Una vez  fui consciente que más de  doscientas personas esperaban para embarcarse en la  fiesta, que la  travesía no sería fácil, y que no sabría  cómo explicarle a mi hija  esta  decisión loca, me dirigí sin pensarlo mucho a preguntar por el  capitán.
Me atendió un  hombretón, entrado en carnes y en años, con una gorra marinera, y espesa barba, que era lo  único que me indicaba que tenía el dudoso privilegio de mandar en ese barco fiestero.
-Ésta es una fiesta de  “despedidas de solteros “, y ya ve, vamos a tope- me dijo en tono neutro.
-Somos dos –le dije-Mi hija y yo, no molestaremos mucho-le añadí haciendo un ademán coqueto.
Se lo estuvo pensando, tocó varias  veces  su  espesa barba, ajustamos el precio, y me  sentenció, que en diez minutos  zarpaba  el catamarán, y  que en el precio entraba  paella, y bebida  a bordo, pero que si no llegábamos  zarparía sin nosotras.
Volví a repasar con un  vistazo  los grupos de chicos y chicas  que ahora  empezaban a corear canciones a los novios  solteros , y  aunque la algarabía era tremenda, corrí sin pensarlo dos veces hacia  la  cama  balinesa  donde me  esperaba mi hija , como “si no  hubiese un mañana”, dando  grandes  zancadas y  resbalando  en mis pies  descalzos.
Le  expliqué un poco, muy por encima el plan del paseo en catamarán, obviando que eran unos doscientos  chicos y chicas, que  iban a  beber durante todo el recorrido, y  que una música infernal nos acompañaría  mar a dentro, aunque, no haría  falta decirle nada, pues sería indiscutible que en cuanto se  acercara  se daría cuenta del estrambótico destino.
A media que nos acercábamos, el alboroto, y los bailes antes de  subir a bordo eran  una  tremenda locura.
-¿Tú estás segura? – Me dijo  viendo el percal-
-¡Claro que sí!- le  contesté por encima , sin profundizar mucho porque no sabía cómo nos  sentiríamos en  aquel  ambiente de  fiesta rocambolesco , bueno más que nada  como me sentiría yo , porque ella estaba segura se adaptaría al instante, ¡como así  fue! 




Subimos a bordo, antes que la muchachada, y un DJ, en la plataforma de  catamarán se  preparaba  para “pinchar” en directo durante todo  el recorrido por alta mar.
Las  tres horas que  duró el viajecito, fueron fiesta, fiesta y fiesta... y bebida, mojitos, cubatas, cervezas y ron.
Los grupitos de  chicos y chicas que al principio bailaban como posesos separados del resto, a medida que el alcohol iba haciendo su efecto confraternizaban entre ellos, en intentaban ligar   con los grupos cercanos , añadiéndose al “faceboock” y haciéndose  “selfies” sin parar ,  se  entrecruzaban  los cánticos entre los grupos , de: ¡Viva  el novio!, o  ¡Como la Mari, , no hay ninguna!, y se coreaban entre ellos.
El  catamarán avanzaba  un milla  de la costa, y la música  seguía machacona, saltando de un estilo a otro, aunque lo que más se  bailaba era  reggaetón o parecido.
Nosotras nos  inmiscuimos en  el  ambiente, y no paramos de bailar desde que salimos hasta la  vuelta a puerto.
Y a medida que los mojitos hacían su efecto , las idas  al baño a  vomitar eran   proporcionalmente directas a la bajada  al lavabo de la  parte inferior del  barco .Un pobre  muchacho que  se mareó nada más  salir del puerto , pasó  pálido demacrado  y vomitando toda la travesía. Y sólo lo  encontramos  cuando a  las dos  horas de ruta aproximadamente, y cuando se había consumido el suficiente alcohol, la sirena del barco nos anunció la comida.
Bajar  las  escalera ,  para  algunos  fue  difícil debido a su  estado de embriaguez , nosotras bajamos las primeras,  y nos  colocamos en la proa del barco . El chico que  se había mareado  nada más  salir de puerto  seguía, allí sentado en un banco,  con una palidez  grisácea. Y al mismo tiempo que  degustábamos una  deliciosa paella , en platos y cubiertos de plástico ,  los  cánticos no cesaban,  ahora ya  sin DJ para los chicos y chicas que con esta  fiesta  despedían su soltería.
Y de vuelta a la  fiesta , más mojitos , más  cubatas , más  música  maquinera , con bailecitos incluidos,  y en un momento impreciso  el  catamarán  viró  y  volvió al puerto.
El  atardecer era magnífico en Gandía, y un sol enrojecido  empezaba a hundirse en el horizonte. La  vista  era espectacular, pero  para la mayoría de los  tripulantes del barco  era invisible, porque seguían  "chunda, chunda”, con la última canción del verano.

 Después de tres horas  volvíamos al puerto. Y  en la lejanía  se  veían  grupos de  muchachos  y muchachas ,  vestidos  con  distintivos , con flores en el pelo , bandas  cruzadas  a la cintura , gorritos imposibles, y  algún artilugio lujurioso en la  cabeza, y me dije:
-Otros que  zarparan  en el buque del amor pero yo: ¡No vuelvo más!
Angels Vinuesa



Un lugar para disfrutar todo el año.

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